jueves, 12 de mayo de 2016
Lágrimas
A Tuso no le gusta que llore. Mientras ronronea entre mis brazos, cuando nota mis lágrimas, deja de ronronear. Quizá se siente triste o asustado. Pero no se va. Se queda entre mis brazos, aguantando el chaparrón que cae sobre su pelaje, estoico y relajado. Cuando paro de llorar, le acaricio, y le oigo ronronear tímidamente, poco a poco. Mi mano intenta secar su pelo, y ronronea más, pero él enseguida se pone a lamerse el manto, lenta y cuidadosamente. Lo que menos soporta un gato es la suciedad o la humedad sobre su pelo.
Una vez desahogada, o casi, me muevo para liarme un pitillo, y entonces Tuso se va a otro sitio más tranquilo a lamerse mis lágrimas. Pero de todos los seres que conozco, es el único que siento que me comprende cuando lloro y no intenta que pare.
Cualquier humano en su lugar me diría: "No llores, por favor", y su cara parecería que chupara un limón, como molesto por mis lágrimas.
Por eso, insisto. Cuanto más conozco a los humanos, más amo a mis gatos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias, Anjel. Soy muy afortunada de compartir mi vida con un ser como Tuso. Debería aprender más cosas de él...
EliminarBesos
Además, no hay más que ver la forma en que me mira... Y eso que tengo la cámara delante de mi cara...
EliminarOtro comentario borrado, en plan venganza... Insisto, cuanto más conozco al género humano, más amo a mis gatos...
ResponderEliminar