Desde pequeños, nos enseñan una enorme cantidad de datos que van llenando de información nuestras neuronas. Primero en la escuela.
Luego en la universidad, quien llegue a estudiar una carrera. Datos y más datos, todo teórico.
Que deberían prepararnos para el mundo laboral y entrar en una buena empresa, pero pronto nos damos cuenta de que apenas recordamos tantos datos y que lo que se nos pide es experiencia. Experiencia que se va consiguiendo a la vez que se trabaja. Curioso, ¿no?
Pero mi reflexión fue más allá. Si has empezado en primaria y has llegado a hacer una carrera, has estado estudiando y haciendo exámenes de datos inútiles entre 15 y 18 años (en mi caso fueron 22 porque la carrera superior de informática se me atragantó). Genial.
Y a todo esto. ¿Quién nos enseña a vivir, a relacionarnos con los demás, a estar bien con nosotros mismos, a ser felices en resumidas cuentas? Todos y nadie en particular.
En teoría deberían ser los padres.
O tal vez los maestros y profesores.
¿O quizá la sociedad en su conjunto?
Si has tenido suerte y no has tenido malos ejemplos o vivido hechos traumáticos o influencias negativas en tu familia, en la escuela y en la sociedad, tal vez cuando tengas una mediana edad disfrutes de familia y amigos.
Pero si tus padres sólo discutían.
Si tuviste una infancia aislada y problemática con otros niños. Si la sociedad donde creciste te discriminaba... El resultado será la soledad.
Y no es justo, joder, no es justo.
Así que yo propongo que desde primaria hasta cuando sea exista una asignatura de inteligencia emocional que nos enseñe a tener autoestima y querernos a nosotros mismos (y relacionarnos adecuadamente con los demás).
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