Hay momentos en que el dolor es tan profundo, tan intenso, que no se puede soportar. No sirve intentar anestesiarlo con alcohol. No funciona. Con las drogas prescritas por el médico tampoco. El dolor está ahí, arraigado, lleva años ahí metido en las entrañas, y no sale, y una se cansa de sentirlo. Una se cansa de esperar que pase, que suceda algo que lo cambie todo, en vez de repetirse una y otra vez desgracia tras otra.
Una se siente incomprendida, sola. Rara. Como toda la vida. Sabe que siempre se sentirá así. Que nunca encajará en ninguna parte. Una se siente culpable por existir. Y nadie parece entenderlo.
De pronto el filo de una cuchilla resulta atractivo. La mano en un cubo de agua a falta de bañera, la sangre diluyéndose, vaciando un cuerpo que ya se siente vacío de tan lleno de dolor como está.
Ni siquiera sería una llamada de atención, nadie se enteraría. Viviendo aislada, a nadie le extrañaría que una no se comunicara en varios días. Ni siquiera leerían este blog.
Quizá los vecinos notarían que huele muy mal y llamarían a la policía y los bomberos echarían la puerta abajo y encontrarían a seis gatos huérfanos y un cadáver desangrado en el sofá. La imagen me resulta atractiva de pronto.
Una está tan cansada. No es cansancio, es agotamiento extremo. En todos los sentidos. Llevo luchando demasiados años. Quiero descansar. Sé que es cobardía. Soy cobarde ahora mismo. Me siento cobarde, no tengo el valor suficiente para seguir soportando este dolor constante, tan intenso...
No encuentro los motivos para seguir viviendo. Todo parece inútil. Todos mis esfuerzos acaban en fracasos. Fracasada. Así me siento. Inútil y fracasada.
Nadie comenta mi blog, no sé si alguien lo lee. Ahora estoy abriendo mi corazón, mi alma, y me da lo mismo que alguien lo lea o no, o que me crean o no, o que hagan lo que les dé la gana. Solo digo como me siento porque estoy a punto de estallar de dolor. Pocas veces me he sentido así. No quiero volver a sentirme así. Soy una cobarde, repito. Fui valiente mucho tiempo, luchando contra cánceres y mil desgracias. Me cansé. Ya me cansé. Ya es bastante. No soy el santo Job. No puedo soportar que me caiga una desgracia tras otra y yo aguantando estoicamente. No puedo.
Mientras escribo esto no puedo dejar de llorar. Una parte de mi me grita que no, que siga luchando. Aunque sea por mis gatos, para que no se queden huérfanos, porque son los únicos que me han demostrado amor incondicional. Pero creo que ellos lo notan. Notan que sufro. Y se alejan. Excepto Tuso, que siempre está junto a mi, los demás se alejan. Tuso sería el único que ahora podría salvarme.
Me pican las muñecas, como si me gritaran. Sólo temo al dolor. Y a ponerlo todo perdido de rojo. Y tengo miedo de no morir.